Aunque son
numerosos los artistas españoles que viajaron a Italia para conocer el arte
renacido (Machuca, Covarrubias, Berruguete, Bautista de Toledo, Herrera), el estilo clásico penetró lentamente
en la Península y, salvo raras excepciones (Palacio Real de Granada, 1525, inacabado), siempre fue "desitalianizado".
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Primero, se mezcló la decoración grecolatina con el gusto flamígero por los ornamentos diminutos y surgió el estilo plateresco. Este estilo representa un estadio intermedio entre el gótico y el clásico del renacimiento, y resulta el principal en algunos centros turísticos españoles como Salamanca y Úbeda, poblaciones ricas en edificios de profusa decoración. Por desgracia, aunque abundan las fachadas con decoración plateresca, resultan más difícil encontrar interiores o o muebles fácilmente adscribibles a este estilo.
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Luego, en la segunda mitad del siglo XVI, bajo el gobierno de Felipe II, el gusto gótico quedará superado, y el rey impondrá su personalidad artística. Él mismo un gran diletante y aficionado al diseño, se rodeará de una amplia cohorte de artífices flamencos y españoles a fin de transformar el aspecto de sus palacios y jardines. Dicen que estos últimos eran magníficos y sensuales en extremo, pero se han perdido, dato que llama nuestra atención porque acostumbramos a pensar en Felipe II vestido de negro y habitando austeras y monacales habitaciones. Casi todo el interiorismo se ha perdido, así como buena parte de los muebles, pero permanece un testimonio monumental: el palacio-monasterio de El Escorial, de modo que hoy el callado estilo filipino recibe nombres como estilo escurialense o estilo herreriano. El estilo herreriano es un estilo manierista. Tan exagerado como el italiano, aquel por desmesura y capricho, este por una contención tan exagerada que los objetos parecen destinados no ya a ciudadanos vivos sino a monjes que han renunciado al mundo.
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Primero, se mezcló la decoración grecolatina con el gusto flamígero por los ornamentos diminutos y surgió el estilo plateresco. Este estilo representa un estadio intermedio entre el gótico y el clásico del renacimiento, y resulta el principal en algunos centros turísticos españoles como Salamanca y Úbeda, poblaciones ricas en edificios de profusa decoración. Por desgracia, aunque abundan las fachadas con decoración plateresca, resultan más difícil encontrar interiores o o muebles fácilmente adscribibles a este estilo.
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Armario decorado por Gregorio Pardo con motivos arquitectónicos (pilastras, capiteles) y grutescos en talla diminuta: estilo plateresco. Catedral de Toledo |
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La mano de Herrera se aprecia fácilmente en estos muebles de subrayado aspecto geométrico gracias al uso exclusivo de orden toscano. Armarios como fachadas. Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo |
Estilo manierista español o herreriano
El año 1567 fue decisivo: Juan de Herrera continúa
la fábrica del Monasterio de San Lorenzo que había iniciado Juan Bautista de
Toledo. Conecta fácilmente con el monarca Felipe II y diseña para él no solo la
arquitectura del imponente palacio, sino también algunos muebles y la
biblioteca, conjunto sin igual en aquella época. La reciedumbre y la austeridad
de la arquitectura herreriana se traducen al mobiliario como volumetría compacta y escueta ornamentación rectilínea. Veremos cómo la concepción monástica del palacio real
influye incluso en la denominación de los muebles.
(1)
Los sillones fraileros repiten la estructuras de los sillones de brazos difundidos por toda Europa. Seguramente porque el rey de España vive en un monasterio, terminan por llamarlos fraileros.
(2)
Las mesas de refectorio. Amplias mesas de comedor, cuyo faldón se aprovecha
para incrustar cajones, y sostenidas por patas en forma de columna.
(3)
Los bancos, tipología de pocos equivalentes en el resto de Europa, asiento multipersonal
de líneas muy austeras, difícilmente asimilable al futuro canapé.
(4)
Los escritorios, contadores, vargueños o bargueños. Los más típicos exhiben taraceas geométricas al
gusto mudéjar.
Mesa sobre apoyos semejantes a columnas |
Armario con cartuchos o cueros |
Bancos sobre fiadores, Madrid, MNAD |
Azulejos arrimaderos
Solo Sevilla nos permite recorrer la evolución estilística de los arrimaderos a través de sus hermosos palacios.
En la Casa de Pilatos se encuentra una variedad inaudita de azulejos (unos ciento cincuenta) de la fábrica de Diego y Antonio Polido. En general, continúan la tradición islámica, así que podemos calificarlos de mudéjares.
En los Reales Alcázares la obra es tan grande y variada que nunca se detiene. Allí se encuentran al menos dos obras maestras de la azulejería sevillana:
1. Azulejos mudéjares de Diego y Antonio Polido en el llamado "Cenador de Carlos V", un delicioso pabellón de jardín cuyo diseño es fácil emparentarlo con el Patio de los Leones de La Alhambra.
2. La mejor obra conservada de Niculoso Pisano, el retablo de la Visitación, admirado en la capilla del palacio. Llegado de Florencia, Pisano es el introductor del estilo renacentista en España.
3. Arrimaderos de la Sala de las Bóvedas, salidos de la fábrica de Cristóbal de Augusta en Triana hacia 1570, ya de estilo manierista. Cintas, recortes y ferroneríes se montan sobre un primoroso entrelazo vegetal de vivos colores; tampoco faltan cariátides de piernas retorcidas.
Todos estos estilos y muchos más lucen con gran efecto en el Palacio de la Condesa de Lebrija, cuyo estudio queda aún pendiente.
Hermanos Polido, Banco y arrimaderos del pórtico del Cenador de Carlos V en el Alcázar de Sevilla |
Recortes de aspecto metálico (ferroneríes) en el arrimadero diseñado en la empresa de Cristóbal de Augusta, Sala de las Bóvedas, Alcázar de Sevilla |
El rey Felipe II fue un gran comitente de azulejos en la segunda mitad del siglo XVI. Compró muchísimos a Juan Hernández, maestro que diseñaba para los alfares de Talavera de la Reina, pero solo se conservan los arrimaderos de las habitaciones reales del Monasterio de San Lorenzo del Escorial. No obstante, sabemos que los fabricaron también para el desaparecido alcázar de Madrid (desaparecido) y el palacio de Valsaín, entre otros. El estilo de Pisano se vuelve sobrio con Hernández cuando trabaja para el rey: motivo único, florones blanquiazules, para no desvirtuar la sobriedad del conjunto.